lunes, 12 de abril de 2010

Extraños



¿Cuántas veces nos encontramos diciéndole a extraños cosas que no decimos a los no tan extraños? ¿Por qué será que es más fácil librarse del miedo a que el otro juzgue nuestras palabras cuando es más fácil para el otro entender que pensamos con tan solo decirlo? ¿Por qué no todos se dan cuenta de que es tan simple cambiar aquello que nos perturba con tan solo expresarlo? ¿Será que a veces creemos que el otro no está preparado para escuchar lo que uno tiene para decir? ¿O será el miedo al principio de acción y reacción? Para cada hecho existe una consecuencia, ¿será eso?
Pienso que en parte es un acto egoísta. No darle al otro la posibilidad de la elección. Callar no es hacer de cuenta que nada pasa, no es evitar consecuencias. Callar es la elección de uno que le quita al otro la suya.

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